El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida es una de las manifestaciones escénicas más prestigiadas, es el decano de los festivales nacionales. El centro neurálgico de este certamen es el Teatro Romano de Mérida.
En 1910 José Ramón Mélida y Maximiliano Macías comienzan las excavaciones arqueo- lógicas para recuperar el teatro y el anfiteatro romano de Mérida. Desde esa fecha, se fueron llevando a cabo distintas etapas en la excavación, restauración y puesta en valor de este espacio arqueológico. Así, el Teatro Romano recobraba su función primigenia y el uso para el que fue creado.
Como el sueño de una noche de verano nació el Festival de Teatro Clásico de Mérida, era el 18 de junio de 1933. Margarita Xirgu, Rivas Cherif, Unamuno están íntimamente ligados a esta histórica fecha porque fueron los artífices del acontecimiento. Al año siguiente, la gran dama de la escena española de la época, la Xirgu, regresaría al romano para dar vida a Medea y a Electra. Pero la Historia se enturbió y los acontecimientos políticos sucesivos, la Guerra Civil y posguerra, paralizaron toda actividad cultural en este país y el ostracismo y el silencio cubrió de nuevo al teatro romano.
Tuvieron que pasar 19 años para que las representaciones regresaran al Teatro Romano. En 1954, José Tamayo dirigió Edipo, con la que se recuperaron y se normalizaron las representaciones, que ya no faltarán a su cita anual con la scaena emeritense.
Otro hito importante para la historia de este certamen fue la creación del Patronato del Festival de Teatro Clásico de Mérida en 1984 (en 2002 pasará a ser Consorcio-Patronato) con la participación e implicación de instituciones regionales y nacionales, así como Cajas de Ahorros. Es aquí cuando se nombra al primer director del certamen, que recae en la figura de José Monleón. Desde entonces, distintos directores o equipos directivos, Manuel Canseco, Espectáculos Ibéricos, Jorge Márquez, Francisco Carrillo, Francisco Suárez, Blanca Portillo y, el actual responsable, Jesús Cimarro, han marcado las pautas de este certamen, imprimiéndole su visión sobre la grecolatinidad, las distintas drama- turgias, etc.
Pero quienes han puesto palabra, voz, rostro, gesto, música y alma a los clásicos han sido los innumerables actores, actrices, directores, músicos que han pasado por las tablas emeritenses. Nombrarlos a todos sería casi imposible, pero basta citar algunos nombres para darse cuenta de la trayectoria y proyección nacional e internacional del Festival: Margarita Xirgu, Nuria Espert, Berta Riaza, Enrique Borrás, Julia Trujillo, Ju- lieta Serrano, Paco Rabal, José Luis Gómez, Adolfo Marsillach, José María Rodero, José María Pou, Terele Pávez, Dario Fo, Irene Papas, Mario Vargas Llosa, Héctor Alterio, Emi- lio Gutiérrez Caba, Mercedes Sampietro, Rafael Álvarez “El Brujo”, Emma Suárez, Juan Diego, Ana Belén, Carmen Machi, Vicky Peña, Mario Gas, Florinda Chico, José Luis López Vázquez o José Sacristán, a los que hay que unir directores de la talla de Peter Stein, Theodoros Terzopoulos, Lluis Pascual, Eusebio Lázaro, José Carlos Plaza, Jorge Lavelli, José Luis Alonso de Santos, Calixto Bieito, Robert Wilson, Dereck Walcott o Miguel Na- rros y figuras internacionales de la danza, la ópera y la música como Monserrat Caballé, José Carreras, Alfredo Kraus, Mstislav Rostropovich, Barenboim, Lorin Maazel, Julio Bocca, Manuela Vargas, José Antonio, Antonio Canales, Maya Plisetskaya, Lola Greco, Alicia Alonso, Arantxa Argüelles, Ángel Corella o Nacho Duato.
Todos ellos han pisado el Teatro Romano de Mérida y lo han hecho con la admiración y el respeto de quien entra en un lugar sagrado, para la historia queda ya la frase pronunciada por Nuria Espert “en el teatro de Mérida no te come el público, te devoran las piedras”.
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, ochenta y un años después de su puesta en marcha y cincuenta y nueve ediciones programadas, ha sabido adaptarse a los avatares de los tiempos actuales y a la evolución cultural de la sociedad, a sus gus- tos, intereses e inquietudes, pero sin perder un ápice de su esencia grecolatina, porque
las obras clásicas que se representan en la arena emeritense son eternas y se actualizan al tratar sobre la naturaleza humana y los temas que han guiado a la humanidad desde siempre, el amor, la justicia, la igualdad, el odio, la venganza...
Pero el Festival es mucho más, es un acontecimiento ya que transforma la fisonomía de la ciudad durante su celebración, con el bullir de los miles de espectadores que visitan Mérida para acudir a alguna representación. Además, el Festival es un sentimiento y una enseñanza, ha inoculado el amor por la cultura grecolatina a los emeritenses, aquí muchos entienden el porqué Medea mata a sus hijos y otros muchos han recitado por lo bajo el parlamento del Coro de Antígona “Numerosas son las maravillas del mundo; pero, de todas, la más sorprendente es el hombre”.
En esta herencia clásica hemos incardinado uno de los pilares para construir nuestro futuro. Porque en Mérida, la arqueología es nuestra cotidianeidad, es nuestro telar de Penélope desde el que tejemos nuestro porvenir. El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida es una de las vías más consolidadas para la proyección de esta tierra, pero a la vez es locomotora para el desarrollo y motor de dinamización.
Alguien dijo que el teatro es un lugar donde pensarnos colectivamente. Así lo han entendido los miles de visitantes que año tras año se aposentan en sus gradas para encontrar las respuestas a los interrogantes de siempre y, cómo no, sorprenderse a la vez ante la belleza que contempla.
El PATRONATO para la gestión del Festival se crea por ORDEN de 17 de noviembre de 1978 por la que se regula el Festival de T eatro CláSico en el T eatro Romano de Merida y se crea el Patronato para su promoción y gestión (BOE NÚMERO 300 de 16 de diciembre de 1978)
En el año 2002 se crea el Consorcio del Patronato del Festival de Teatro Clásico en el Teatro Romano de Mérida.